Y
en esta semana de la moda, la tarde del domingo y la mañana del lunes han
recordado de qué va esto de ser un diseñador de éxito en Nueva York porque han
presentado colección para el verano dos de sus bastiones: Diane von Fürstenberg
y Carolina Herrera. Dos estilos distintos y que, sin embargo, reúnen a la misma
congregación en sus respectivos desfiles. Junto a Anna Wintour, Tim Blanks, y
otros gurús de la comunicación de moda a este lado del charco, se sentaban
miembros del Upper East Side e iconos de ese nuevo estilo aristocrático que
encarnan a la perfección Lauren Santo Domingo o Miroslava Duma.
En
plena explosión de los rumores que especulan con su jubilación, Carolina
Herrera (que ha mostrado la colección en dos turnos, dada la inmensa cantidad
de peticiones recibidas) ha elegido la Frick Collection, uno de los edificios
más bellos de la Gran Manzana, para demostrar, una vez más, que lo suyo va más
allá de las tendencias. Organza, sedas, plumas y rosa, mucho rosa en vestidos
de apariencia sencilla y factura artesanal. Al fin y al cabo, ella, con permiso
de Óscar de la Renta, es la gran aliada de la alta sociedad americana. No es
alta costura porque no desfila en Francia y, en ocasiones, tampoco está
confeccionado a mano. Pero visualmente (y, sobre todo, socialmente) cumple la
misma función.
Astucia
Fürstenberg,
inventora del wrap dress, ese vestido cruzado que hace tres décadas se
convirtió en el uniforme de la norteamericana cosmopolita e independiente,
lleva más de tres décadas adaptando esa idea de sofisticación urbana a los
vaivenes estéticos de cada época. Para el verano propone vestidos mini en
colores camel, mariposas y flores alineadas en estampados geométricos sobre
blusas y pantalones de seda y una reformulación del estilo safari en materiales
de lujo. Nada radicalmente novedoso pero sí astuto, dado que acerca su
identidad a un público más joven pero igualmente deseoso de demostrar su puesto
en la sociedad.
El
legado de ambas se impone en enseñas más jóvenes y semidesconocidas (en Europa,
no en Estados Unidos) como Prabal Gurung. La firma, que casi siempre juega en
el uso del color su mejor baza, rindió homenaje al Tibet con una colección
centrada en el color naranja y en piezas con cortes y drapeados fluidos que
aludían implícitamente a las túnicas budistas. Una propuesta tan sobria y
serena como los monjes que aparecieron al final del show.
Ya
ha transcurrido la mitad de la semana de la moda, y aunque no ha habido ninguna
colección decepcionante, la gran mayoría de las firmas se han mantenido en el
terreno de la corrección. Pero una cosa es el contexto del desfile, en el que
se juzga la novedad, y otra muy distinta el contexto comercial, en el que
entran en juego las calidades, los precios y, sobre todo, la clientela. En este
sentido Nueva York y sus marcas demuestran que conocen muy bien su mercado, y
se dirigen directamente a él, dándoles la dosis de innovación justa para
generar tendencias realistas. Por eso no es París ni Milán ni Londres. No rompe
esquemas, no busca aproximar la Moda al arte ni fabular con las fuentes de
inspiración, pero ni falta que le hace.
http://elpais.com/elpais/2015/09/14/estilo/1442248290_788223.html
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