La
sensualidad no está solo y necesariamente dedicada al otro. Y el erotismo tiene
tantas formas como seres humanos hay. Tantas como queramos. El Eros está
conectado con la pulsión de vida. “Erotismo designaba originalmente al amor
apasionado, sentimiento que fue personificado en el dios Eros. Tiene una
relación evidente con la sensualidad y la sexualidad y las capacidades de
atracción entre seres humanos.”
Después
de los 40, 50, 60 y por qué no 70, se inauguran tiempos nuevos ya que algunas
cuestiones están más o menos resueltas, o al menos en la dirección en que
podrían ajustarse un poco más a lo que se quiere.
Y esto nos deja más tiempo
para nosotros y nuestros nuevos rumbos.
Los hijos si los hay, ya son más
grandes y requieren una mirada a mayor distancia, los análisis llevan ya un
tiempo, (o se decide iniciarlos) en ambos casos para empezar a repreguntarse en
otro tono sobre el deseo. Aparece la conciencia de que se está promediando la
vida (en el mejor de los casos) y que aquello que no se hizo aún, llama con
vehemencia.
Los
amigos vuelven a ocupar un lugar más intenso, la vida en pareja se abre a
nuevos sentidos y los tiempos propios se multiplican en la medida que el campo
de lo obligatorio va dando lugar al de los anhelos, lo que nos gusta, lo que nos
interesa. Lo demás, va cayendo a medida que nos escuchamos.
El
cuerpo va cambiando, los rasgos, la piel, la tonicidad, la ley de gravedad hace
su duro trabajo, pero ser “coquetos” y gustarnos va mucho más allá. A la par
también vamos descubriendo que el cuerpo no es los órganos sino una
construcción psíquica, y es con la mirada y el uso que le demos (como en todo),
que se pueda anotar satisfacción y vitalidad. La juventud interna se transmite
a la mirada y al cuerpo, y es con eso que pienso lo bello. La sensualidad, la
erótica, el deseo, lo vital vienen de lo profundo y no de afuera hacia adentro.
Y finalmente, como dicen por ahí, es una cuestión de actitud.
Vivir
la sexualidad sin tantos condicionamientos, soltando tabúes y miedos arcaicos,
animándose a experimentar con otros modos de encuentro nos ubica en otra
melodía, otra danza, otro cuento. Se trata de jugar no solo mientras el lobo no
está, ni unido a saber coser y bordar. Puede ser cada vez que se quiera, porque
el tiempo es nuestro, la edad interna por lo vivido nos autoriza a regalarnos
momentos buscados y aceptados. Con nuestras reglas, con acuerdos en sintonía
con otros en una conexión similar.
Y
para ambos, pero especialmente las mujeres se produce una liberación más que
interesante al poder estar menos tensos y ajustados a las cuestiones de la
fertilidad. Se puede abrir el tiempo de una genitalidad menos preocupada de
consecuencias no buscadas. No hay que pedir permiso, no hay que guardar las
formas, no hay que decir que SI por compromiso o miedo a perdidas, no se es
menos mujer o varón por tener o no sexo, ni por tenerlo del modo que queramos.
El
cuerpo joven en la mente joven tiene el tiempo de experimentar lo que su deseo
le traiga como susurros, porque las experiencias vividas y anotadas como tal
van inscribiendo autorizaciones a nuevas escenas posibles.
Si
no hubo lugar antes, es hora de ensayar escenas donde lo romántico se exprese
con velas, música, palabras, rico vino, caricias, más palabras, ternura. O
divertirse e incluir la risa, el juego a ser los mismos y otros, tal vez porque
no acercarse a las fantasías, explorar sensaciones y momentos. A lo arrollador
de la pasión sin frenos ni vergüenzas. Si ya se pasó por ahí que bueno, pero
aun así en este tiempo de nuevos pasos y decisiones, el modo también tiene la
impronta de lo agiornado desde la posición construida.
Y
se puede hacer el amor de tantos modos, con el cuerpo, con palabras, con
gestos, pero fundamentalmente con la “mente”. Porque el amor se hace, no viene
dado, ni es de un único modo. Es con placer por lo elegido, con sensaciones de
bienestar que nos marcan que es por ahí, y eso, solos o con otros, nos sana y
reconstituye la edad interna, el cuerpo y el alma.
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