Por qué voy a dejar mi Apple Watch
Quería que funcionase. Quería enamorarme, como tantas de mis
amigas. “Lleva tiempo”, decían. “No esperes un flechazo. Deja que se consolide
con el tiempo”.
Así lo hice. Sabía que otros miraban con envidia lo que
tenía, pero un mes y medio después de conocernos, he decidido que es hora de,
bueno, poner punto final.
Voy a romper con mi Apple Watch. La relación, a pesar de
todas mis expectativas, no era lo que yo necesitaba. Toda la atención que había
puesta en San Francisco y en la próxima gran innovación de Apple (¡el
streaming!) hizo que me diese cuenta de que no sintonizábamos.
Sin embargo, nunca lamentaré las semanas que pasamos juntos,
ya que aprendí algunas verdades importantes sobre mí.
Como, por ejemplo, que no quiero que me definan por un tema
de conversación en mi muñeca.
Cuando intento leer un correo electrónico o el texto de un
titular en su pequeña pantalla tengo que levantar la muñeca casi hasta la
altura de los ojos
Existe una razón por la que llevo el mismo bolso (sin
logotipo) a todas partes; una razón por la que mi reloj (antes del de Apple) no
emitía sonidos de timbres ni de tourbillon; y una razón por la que opto por
ropa que no se puede identificar por temporada o por diseñador y que no aparece
en algún anuncio que haya visto.
Paso mucho tiempo en un mundo en el que los productos son un
símbolo para identificar a la gente, y conozco muy bien los riesgos de que me
asocien a esta semiología (aunque reconozco totalmente mi disposición a
asociarla a los demás). Pero cuando empecé a llevar el Apple Watch (la esfera
de 38 milímetros con correa de malla milanesa, que es el tamaño más pequeño con
una pulsera de acero inoxidable), se convertía en un tema de conversación allí
donde fuese: en reuniones en el trabajo, en la pastelería, en las competiciones
de atletismo de mi hijo. Ha estado en tantas partes y se ha anunciado tanto
que, sencillamente, era inconfundible.
En primer lugar, todo el mundo quería saber algo de él.
Luego querían probarlo. Y luego realizaban algunas suposiciones sobre mí. Que,
sinceramente, yo hubiese hecho sobre cualquier otra mujer como yo que se
pasease por ahí con una gran caja negra en su brazo.
Porque por muy atractivo que sea el Apple Watch en
comparación con otros relojes o pulseras inteligentes, o el adelanto estético
que suponen sus esquinas redondeadas y su pantalla rectangular, sigue
pareciendo un aparato. Especialmente en alguien, como yo, con unas muñecas
relativamente pequeñas.
No es solo que su esfera abarque todo el ancho de mi
antebrazo; su pequeño y moderno salvapantallas que tantos expertos han alabado
– el Mickey, la mariposa o la galaxia (que es el que tengo) o las
pseudo-manillas (las que, en concreto, están siempre en todas las fotos del
reloj, y las que en realidad hacen que parezca un reloj) – también está en modo
de ahorro de energía la mayor parte del tiempo. Cada vez que lo veo, quiero
gritar, “Teletranspórtame, Scotty”.
No es que sirviese de mucho. Cuando se pulsa, no aparece la
imagen. Incluso cuando muevo mi brazo con fuerza arriba y abajo, a menudo hacen
falta varios intentos para que aparezca la Tierra. La posición por defecto es
una imagen en blanco. Igual que cuando intento leer un correo electrónico o el
texto de un titular en su pequeña pantalla, porque tengo que levantar la muñeca
casi hasta la altura de los ojos, o, si recibo una llamada y mi teléfono real
no tiene cobertura, porque tengo que hablar al vacío: si te encuentras con tus
hijos o tus amigos, es como una invitación a hacer el ridículo.
Las funciones rutinarias que las aplicaciones del reloj
pueden realizar parecen más una pérdida de control que un adelanto
“¿Por qué te da más vergüenza que mirar continuamente un
teléfono?”, decían mis amigos cuando me quejaba. Es una pregunta razonable,
pero después de reflexionar un poco, creo que la respuesta es sencilla: un
teléfono se sujeta con la mano, y estamos acostumbrados a ver a la gente leer
cosas que tiene en las manos, como, por ejemplo, un libro. Pero ver a alguien
observando fijamente su muñeca (o simplemente mirándola de reojo) transmite
otra cosa enteramente distinta: (1) falta de educación o (2) frikismo.
No parece que esto haya molestado a los que escriben sobre
tecnología, ya que la mayoría de las reseñas del aparato han sido
convincentemente positivas, basadas sobre todo en lo que puede hacer por ti. Y,
sin duda, es más discreto que las Google Glass [sus gafas inteligentes], aunque
no estoy segura de que eso sea decir mucho.
Vale, todo esto carecería probablemente de importancia si el
reloj realmente estuviese transformando mi vida, como ha hecho mi iPhone. Pero
nunca he tenido problemas para alejarme de mis correos electrónicos cuando he
tenido que concentrarme en otra cosa –de hecho, me he entrenado para
compartimentar– y por eso necesito avisos específicos para lo que es
importante.
Y la pequeña pantalla es, sencillamente, demasiado pequeña
para leer de verdad, por eso me molestaba y no me alegraba tanto cuando me
avisaba de que había recibido mensajes de mi seres queridos; y cuando leía un
titular, lo único que quería hacer era encontrar el resto de la historia.
Además, las funciones rutinarias que las aplicaciones del
reloj pueden realizar – entregar tarjetas de embarque de avión, abrir puertas
de habitaciones de hotel – parecen más una pérdida de control que un adelanto.
Llámenme ludita, pero, sinceramente, no me importa abrir cosas con mis manos de
verdad. El nuevo sistema operativo del reloj que se anunció esta semana puede
cambiar la situación, pero no estoy segura de que tenga paciencia para esperar.
Es más (y sé que esto será una herejía para cualquiera que
esté muy entusiasmado con la próxima oferta pública de venta de acciones de
Fitbit), las aplicaciones de mantenimiento físico –el seguimiento de mis pasos,
la medición de mi ritmo cardíaco, el que me diga que me levante cuando estoy en
medio de un artículo– parecen más una carga que una liberación.
Me he esforzado mucho para no depender de unas máquinas de
ejercicios que me digan lo mucho que he trabajado –cuántas calorías he quemado
y cuántos escalones he subido– en parte porque sabía que, en cualquier caso,
estaba haciendo trampas casi todo el tiempo y que, por tanto, no podía fiarme
de los resultados, y en parte porque se convertía en una excusa para modificar,
o no, mi comportamiento posterior.
El reloj en realidad no es un accesorio de moda para los
aficionados a la tecnología. Es un accesorio de tecnología que pretende ser un
accesorio de moda
Pero lo cierto es que yo ya sé cuándo estoy en forma; puedo
ver la diferencia en mi cuerpo, y sentirlo cuando monto en bicicleta por el
parque. El reloj amenazaba con provocarme otra neurosis por los números, y es
una tentación que preferiría no tener. Además, tengo demasiados amigos que
miran sus medidores de actividad física en medio de una conversación, y acto
seguido saltan de la silla y se ponen a andar enérgicamente de un lado para
otro, para saber si mejora mi vida.
Me gustaba el hecho de que pudiese apagar el sonido de mi
teléfono, y de que el reloj vibrase cuando, por ejemplo, mis hijos me llamaban
y tenía que coger la llamada. Pero al final no era suficiente.
Cuando le hablé a un compañero de la ruptura, me comentó que
quizás yo no fuera el tipo persona para la que está pensado el Apple Watch, y
de que no debería dudar en decirle al Siri de mi muñeca, “No eres tú, soy yo”.
Y puede que tenga razón.
Pero no creo que sea así, y no solo porque, a menudo, los
extremos se atraen. Sino porque, en realidad, soy la clase de persona para la
que está pensado: una persona que no es aficionada a la tecnología y que, de lo
contrario, no tendría muchos aparatos (un teléfono, un iPad y un portátil), pero
a la que podrían convencer de que comprase otro por su conveniencia.
Así es como Apple aumenta su cuota de mercado y así es como
posee una categoría después de todo: atrayendo a los que no son adictos a
Apple. Es la razón por la cual la empresa se ha esforzado tanto para acercarse
al mundo de la moda.
Pero pasa lo siguiente: el reloj en realidad no es un
accesorio de moda para los aficionados a la tecnología. Es un accesorio de
tecnología que pretende ser un accesorio de moda. Sencillamente no podía enamorarme
de él.
Traducción de News Clips
© 2015 New York Times News Service
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